jueves, 11 de octubre de 2007

El mundo es un cerezo en flor y un mar de tiburones



I close my eyes, only for a moment, and the moment´s gone /.../
dust in the wind, all we are is dust in the wind
Kansas

Las piedras del camino sangran. La ciudad sangra. Recorro bosques de ébano. Un durazno florece. La fuente de ámbar resplandece en la plaza, bajo un cielo de jabalíes. Sigo los pasos de una virgen púrpura, coagulada, de pasos como cristales rotos. Las hogueras arden al fondo, vuelven cenizas todas las ciudades. Los ángeles gimen. Los días se derraman sobre sí mismos. Me pierdo. Doblo la esquina del mundo. Subo la montaña hacia el cementerio de rosas. ¿Las espinas saben que duelen? Hay dos cruces. Dos cruces blancas convertidas en palacios del vacío. Los pájaros azules se posan en ellas. De niña dibujé una mariposa que soñaba que moría entre espirales negros y rojos como el fuego. Me arrodillo al pie de una bugambilia seca. ¿La noche sabe cuándo llega? Me desnudo de los años y de la vida. Siete ríos de leche negra surcan mi cuerpo. La soledad amanece. Sonríe. El espacio crece. Las cosas se hacen infinitas. Huele a copal y a jazmines. Escucho la voz del sol. Me levanto vestida de nubes doradas. Sonrío. Una extensión blanca y verde gira debajo de mí. La mujer de fieras marinas llama mi corazón. La sigo y tomamos el camino de los zafiros. No escucho mis palabras, ni las suyas. Su respiración me da escalofríos. Ríos encontrados. Los campos humean. Una cierva amamanta a su cría. El milagro acontece en todas partes. El mundo es un precipicio que se contiene a sí mismo. Tiemblo. Todas las cosas son una sola. Las bestias comulgan en un templo de jade y esmeraldas. ¿Se sabe la verdad a sí misma? El infinito caracol violeta mira al cielo. El trueno alumbra la huella de sangre. Todos los años han pasado. Todos los años están por venir. La miseria abreva de un manantial salino. Despertar de las edades. La mentira del bien y del mal es la niebla. Me llora el cuerpo. El camino de piedra lleva al corazón del mar. Me tiendo de espaldas. El cielo es redondo, es la casa de las perlas. La muerte es una niña ciega que juega a acariciarme. Su pelo se moja en este mismo mar, y con él se mece y con él se hace espuma. La huella de sangre es un nido de presagios. La tarde canta una canción que yo no entiendo. Mañana ya no habrá piedras para andar. Mañana caerá la tormenta de plomo. ¿Saben las cosas cuándo suceden? El instinto es un disparo de alas de mariposa. Las calles, un carpintero que agoniza. La huella de sangre se detuvo en la última escollera. Mi nombre se hizo una respuesta perdida. El mundo de los míos me abrazó y me dejó llorar. Luego enterró la parte que había muerto. Me tiendo en un lecho de jacarandas. Miro a las gaviotas volar en círculos. La felicidad llora conmigo. La felicidad se vuelve loca conmigo. Las garras de la esperanza se abandonan, y ella cae al mar, que se la traga como a una tormenta. Un himno de perfumes se levanta de la tierra caliente. Lo llena todo. El umbral se incendia. Al final de la huella de sangre, el mundo es un cerezo en flor y un mar de tiburones.

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