jueves, 11 de octubre de 2007

Diario del bebé 21 de diciembre de 2006


Hola Bebé:

Ahora escribo más apurada aún que la vez anterior. Son las 7 de la mañana, así que duermes en mi cama, después de que te di pecho. ¡Estamos a unos días de la Navidad! Es tan emocionante, estar los tres juntos, ¡por primera vez! Hay que limpiar, adornar y levantar las cosas que se desordenan cuando desarrolla uno las anteriores actividades.
Ayer pusimos el árbol, bueno, la mayor parte la puso tu papá porque resultó que tiene muy buena mano para las manualidades. Te tomó unas fotos con las luces en donde te ves precioso, pareces un angelito jugando con las estrellas. Estabas bien entretenido con la musiquita de Navidad y el parpadeo de las lucecitas. Te encantó todo el relajo. Hoy te vamos a adornar como año nuevo: antes de bañarte, te envolveremos con un listón dorado J Es maravilloso el asombro, mi amor, es maravilloso volver a él tomando una de tus manitas.
Te siguen dando muchos regalos. El más grande hasta el momento sigue siendo un gimnasio musical que te encanta, te pasas mucho rato con él, pegándoles a los muñequitos para que den vueltas y viendo las luces de colores del teclado que está encima.
Para tus tres meses, estás de lo más despierto. Platicas mucho y te ríes a carcajadas. También tienes mucha fuerza en tus brazos y piernitas. Sigues siendo muy hambriento y batallando para hacer popis, pero el médico dice que es normal hasta que empieces a comer tus papillas.
Tienes unos ojos grandes y bellos. Tu tía July dice que pareces una foquita de lo lindo que estás. Pesas unos 7 kilos y mides como 62 centímetros.
Ya te compramos tu ropa de Navidad: un ajuar de pana (chamarra y pantalón) y una camisita de franela. ¡Tienes muchos zapatos! Siete pares.
Amigza, una amiga de Xalapa que ya conocerás y que es súper, te compró un overol y una playera con las que te ves lindo, lindo. La tía Luli no para de traerte cosas y de abrazarte y decirte lo mucho que te quiere. Hasta Eder, mi primo y tu tío se puso celosillo, pero bueno, a ella le sobra cariño para todos.
El día de mi cumpleaños, el Papi, o sea tu abuelito, te trajo 500 pesos y te los puso en tus deditos para que te dé buena suerte con el dinero.
Todos te adoramos, criatura. A todos nos haces muy felices. Eres risueño y de sangre ligera. El abuelo Mario te enseñó a jalarte el babero y aprendiste en un microsegundo y ahora no hay manera de que te lo dejes puesto. Te ríes si te hacemos caras o cosquillas. Ya sabes pedir que jueguen contigo, y en eso no hay quien le gane a tu papá. Es de lo más divertido. Nos morimos de la risa los tres.
Estamos felices, mi amor. Dios nos ha bendecido y tenemos que darle muchas muchas gracias en esta época en que celebramos que nos mandó a su hijo para salvarnos. Pienso que tenerte, y te aseguro que no es una blasfemia de ninguna manera, me ha acercado un poco a comprender más a Dios. Antes me peleaba a menudo con él. Me enojé mucho cuando se llevó a mi mamá y duré estando así, enojada. Pero tenerte y conocer este amor que es más grande que cualquier cosa que pudiera haber imaginado, contemplar esta belleza infinita, sentir cómo se atan los lazos para la eternidad, cambió toda la perspectiva que tenía. Te veo, tan pequeñito y simplemente sé lo que Dios quiere decir con cuidar siempre, con perdonar siempre, con amar siempre. Cuando lloras porque quieres algo, yo trato de explicarte que te calmes, que ya estoy haciendo tu mamila, por ejemplo, pero tú sigues llorando hasta que te la doy. Pienso que así Dios nos dice: “calma, calma, pérate tantito, todavía no te lo voy a dar porque no te conviene” y nosotros lloramos y lloramos y no nos damos cuenta de que lo mejor ni siquiera lo esperamos y que jamás vamos a comprender todo el amor que contiene cada hecho del mundo. Quizá no lo expresé bien, pero la idea es ésa. Estoy mucho más contenta con mi concepción de Dios y agradecida de que se me haya revelado de esta forma el amor divino.
¡Me enseñas tanto, hijo mío! Esa confianza que tienes en los que te cuidamos y esa tranquilidad que irradian tus ojitos, me da la certeza de que así debemos ser todos los humanos, confiar, esperar y no preocuparnos por nada porque somos hijos de Dios y él siempre provee y guía nuestras manos para darte lo que necesitas.
Este año, llevaré a la misa de Nochebuena mi petición de mucha salud para nuestra familia, que es lo que más cuenta, que permanezcamos juntos y felices; ofreceré a cambio toda mi buena voluntad, toda mi obediencia, toda mi humildad. Se las ofreceré a Dios para que las ensanche, para que sean suficientes para siempre volver al camino a tiempo, para siempre sonreír a tiempo.
Mírate, ahí estás. Dormidito. Los tiggers y los puerquitos de tu playera se ven desde aquí. Estás todo de azul y dormidísimo. Vas a tardar un ratito en pedir tu mamila de la mañana. El pecho te hace mejor, pero para sustentarte bien quieres mi leche y la fórmula. Te hace muy bien dormir tanto. Te levantas de buen humor y te ríes desde que apenas estás abriendo tus ojitos. Te encanta despertar y ver que estamos contigo, pero si no, te quedas tranquilito viendo tus ositos del móvil y despacito empiezas a hablar: “mmmmm, mmmm, ma, ma”. Entonces yo voy y te encuentro ahí despierto y quieto y te lleno de besos y de abrazos y tú te ríes y yo soy la más feliz del mundo.

En tu sonrisa caben todos los amaneceres, todos los árboles florecidos, todas las tersuras, toda el agua fresca, todo el viento. Te amo tanto, te amamos tanto.


Tu mami

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